
Vivimos en la era de la comunicación digital en la que cada vez pareciera más complejo hablar ya sea por teléfono o en persona con alguien. La distancias, los trabajos, los compromisos a veces impiden que nos podamos reunir cara a cara con el/la otro (a).
Los mensajes de texto son una buena solución, pero también pueden ser un arma de dos filos.
La comunicación escrita es una bendición, pero a la hora de enviar textos, hay que tener cuidado. Si no eres lo suficientemente específico o claro podría darse una mala interpretación, ya que de una u otra manera, dependes de lo que la otra persona piense.
Cada ser humano trae consigo una serie de vivencias, creencias, experiencias y es a través de ellas que entiende y explica su mundo. Esto es muy importante tenerlo presente pues hace que cada uno vea la vida desde “su perspectiva”. Es entonces cuando debemos aprender a ser empáticos y estar abiertos a escuchar al otro.
Estoy segura que todos hacemos siempre lo mejor que podemos con lo que tenemos, por lo que si decidiste enviar un mensaje a cierta hora y de cierta manera, seguro fue porque considerabas que era el “momento correcto” para hacerlo. Sin embargo, para el receptor puede no haber sido igual.
Se produce un mal entendido, la comunicación se ve interrumpida y deja de fluir.
¿Qué se hace? Sin duda, lo mejor será hablar con la persona. Tomarte el tiempo para platicarlo, para aclararlo. Por teléfono o en vivo y a todo color, ya lo decidirán.
Personalmente sigo pensando que no hay nada como mirar a los ojos al otro, conectarte con su corazón y desde ahí aclarar la situación.
A veces lo más prudente es dejar que pasen un días, esperar a que las emociones se tranquilicen, que las ideas se acomoden para poder tener esa conversación y que todo fluya en armonía. Obvio que cada situación es diferente.
Lo que he aprendido recientemente y ahora estoy segura es que la comunicación clara y asertiva es la base de una buena relación. Démonos el tiempo para conectar, dejemos los miedos a un lado y regalémonos la maravillosa oportunidad de hablar, de escucharnos el uno al otro y generar así relaciones basadas en el amor, la buena comunicación y la claridad.
Como bien dice la tía: «Hablando, se entiende la gente».
¿Tú que dices?

