En un abrir y cerrar de ojos han pasado 364 días. Doce meses que estuvieron llenos de todo un poco: Encuentros y desencuentros; enfermedades, desilusión, traiciones; trabajo, logros, éxitos; nacimientos y muertes; alegrías y tristezas, grandes retos; besos y abrazos, viajes, magia, música; trabajo personal, sueños hechos realidad, cierre de ciclos, nuevas amistades; libros, metas alcanzadas, amor; aprendizaje, en fin.
Ya nos somos los que solíamos ser, algo sucedió. Las experiencias de la vida nos han cambiando, a cada uno de diferente manera, pero al final creo que todos, al menos aquellos que nos gloriamos de llamarnos seres humanos, podemos decir que nos hemos transformado. A veces con gusto, otras con susto y unas cuantas a punta de tropiezos.
Personalmente, estas 52 semanas estuvieron impregnadas de aprendizaje, aprendizaje y más aprendizaje. Un año diferente en el que me quedó claro que o aprendía la lección o me reprobarían de nuevo. Cada día se convirtió en una oportunidad para dar gracias, para ponerme de pie, secar las lágrimas, sonreír y trabajar personal y profesionalmente para realizar mis sueños. La vida me sorprendió con experiencias increíbles, en toda la extensión de la palabra, en las que no había otra salida que tomar el “toro por los cuernos” y continuar andando. También me recordó que la magia existe, que las personas que te aman nunca se van, que estar con la familia #NoTienePrecio (aunque solo sea por unas horas), que los días están compuestos por instantes y que la vida siempre será mejor cantando.
En resumen no tengo más que decir que: ¡Gracias 2018 por todo y tanto!
Y gracias a ti, que a lo largo de un poco más de 6 meses, te has tomado un tiempo para leer mis publicaciones semanales y comentarlas. Sin ti este blog no tendría sentido.
Cuéntame, ¿cómo fue tu 2018? Me encantaría leerte.
Te espero en el 2019, ¡Feliz Año!