Archivos Mensuales: diciembre 2018

¡Gracias 2018!

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Gracias-2018En un abrir y cerrar de ojos han pasado 364 días. Doce meses que estuvieron llenos de todo un poco: Encuentros y desencuentros; enfermedades, desilusión, traiciones; trabajo, logros, éxitos; nacimientos y muertes; alegrías y tristezas, grandes retos; besos y abrazos, viajes, magia, música; trabajo personal, sueños hechos realidad, cierre de ciclos, nuevas amistades; libros, metas alcanzadas, amor; aprendizaje, en fin.

Ya nos somos los que solíamos ser, algo sucedió. Las experiencias de la vida nos han cambiando, a cada uno de diferente manera, pero al final creo que todos, al menos aquellos que nos gloriamos de llamarnos seres humanos, podemos decir que nos hemos transformado. A veces con gusto, otras con susto y unas cuantas a punta de tropiezos.

Personalmente, estas 52 semanas estuvieron impregnadas de aprendizaje, aprendizaje y más aprendizaje. Un año diferente en el que me quedó claro que o aprendía la lección o me reprobarían de nuevo. Cada día se convirtió en una oportunidad para dar gracias, para ponerme de pie, secar las lágrimas, sonreír y trabajar personal y profesionalmente para realizar mis sueños. La vida me sorprendió con experiencias increíbles, en toda la extensión de la palabra, en las que no había otra salida que tomar el “toro por los cuernos” y continuar andando. También me recordó que la magia existe, que las personas que te aman nunca se van, que estar con la familia #NoTienePrecio (aunque solo sea por unas horas), que los días están compuestos por instantes y que la vida siempre será mejor cantando.

En resumen no tengo más que decir que: ¡Gracias 2018 por todo y tanto!

Y gracias a ti, que a lo largo de un poco más de 6 meses, te has tomado un tiempo para leer mis publicaciones semanales y comentarlas. Sin ti este blog no tendría sentido.

Cuéntame, ¿cómo fue tu 2018? Me encantaría leerte.

Te espero en el 2019, ¡Feliz Año!

 

El valor de tu nombre

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El-valor-de-tu-nombreTodos los seres humanos tenemos un nombre y un apellido que nos distingue a unos de otros. Un nombre que nuestros padres eligen, incluso antes de que lleguemos a este mundo. Parece que llamarnos de una u otra manera es de lo más normal, sin embargo ¿alguna vez te has puesto a pensar, qué valor tiene tu nombre? Porque aunque no lo creas tu nombre vale. ¿Cómo así?

Desde pequeños vamos construyendo con acciones la valía de nuestro nombre. En la medida en la que vamos siendo conscientes, alineamos nuestra forma de pensar con la manera en que actuamos, es decir somos personas coherentes. Además en casa aprendemos valores para aplicar en el día a día, por ejemplo: la honestidad, la lealtad, la sinceridad, la integridad, en fin. Cada una de esas palabras va sumando, es decir le va dando un valor a nuestro nombre.

De ahí la importancia de cuidarlo, de enseñarle a los hijos desde pequeños, que su nombre es como la ropa interior: ¡Jamás se presta!, es para uso exclusivo de ellos.

Parece obvio, pero cuántos adultos no han “prestado” su nombre a otros para obtener un beneficio. ¿Cuánta gente no pide un recibo para cobrar más o realizar un trámite?

Aparentemente no pasa nada. Lo grave son las consecuencias que puede tener si alguien hace algo mal uso de tu nombre, porque ante el resto del mundo el único responsable serás tú. Tu nombre NO tiene precio, su valor es incalculable, vale todo el oro y el dinero del mundo, tu paz y tu tranquilidad, tu libertad.

Por ello, antes de buscar el camino fácil para ganar más “haciendo trampa”, corriendo riesgos innecesarios, recuerda lo que vale tu identidad, los años que te ha llevado ser quien eres, construir ese templo llamado: “Juan Pérez”.

Es preferible ir por la derecha y despacio, que por la izquierda y rápido.

¿Y vivieron felices?

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Y-vivieron-felicesQué más quisiéramos que todos los finales fueran felices y para siempre, sin embargo a veces no es posible.

A veces la convivencia diaria, los problemas, los diferentes puntos de vista, los viajes, el exceso ola falta de trabajo, la economía familiar, una mala comunicación, entre muchas otras circunstancias hacen que dos corazones que estaban juntos y se amaban se vayan separando poco a poco.

Ese alejamiento hace que la relación se vuelva monótona, distante, quizá amable, pero sin chispa. Quizá sea el momento de ponerse en acción para salvar la relación, quizá una terapia de pareja, tal vez poner ambos de su parte, a lo mejor recurrir al romanticismo y los detalles para volverse a enamorar… ¿Y si nada funciona? La separación.

Pero… El divorcio cuesta; no queremos lastimar a los niños. ¿Será que debemos continuar juntos? Te preguntas.

Entonces llega el recordatorio: Viniste a esta vida para ser feliz, para disfrutar, para vivir en plenitud. Quedarte en una relación que ya no funciona por tus hijos es solo un pretexto. Los niños necesitan padres felices, un hogar donde reine la armonía, el ejemplo de unos progenitores que se aman, se procuran, se respetan, no ver a dos adultos que a penas se dirigen la palabra, que se evaden, que están tristes o enojados la mayor parte del tiempo.

Muchas veces divorciarse es la mejor opción para todos, una nueva oportunidad para volver a amar, empezando por ti mismo, la posibilidad de elegir nuevamente ser feliz y enseñar a tus hijos a serlo.

¡Ojo! No estoy diciendo que a la primera de cambios salgas huyendo o como muchos piensan hoy en día: nos casamos y si no funciona nos separamos.

Estar en una relación implica responsabilidad y compromiso, contigo mismo y con tu pareja.

No te niegues el derecho de ser feliz, a sonreír como solo tú sabes hacerlo, a vivir en plenitud y regalar ese ejemplo a tus hijos.

¡Llegó diciembre!

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Llego-diciembreLlegó el último mes del 2018 y con él una de la épocas más lindas del año. Diciembre, doceavo mes, tiempo de cerrar ciclos, días de reflexión, de reencuentros, ideales para dejar que los sentimientos afloren.

Las casas, los establecimientos comerciales, las calles se inundan de luces de colores, aparecen los tradicionales arbolitos de navidad, los significativos nacimientos.

La gente sale a las calles, muy abrigados en el hemisferio norte, con ropa ligera en el sur; los villancicos se ponen de moda; comienzan los desayunos, comidas y cenas de fin de año.

A partir del 16 de diciembre en México y otros países de Centro América comienzan las posadas mientras que en Colombia las familias católicas se reúnen para cantar la novena.

Los aeropuertos comienzan a llenase con las idas y venidas de personas que viajan para reunirse con los suyos. Y qué decir de los centros comerciales que pareciera se vuelven los protagonistas de la historia: abarrotados de gente haciendo compras navideñas. Es como si esta temporada la vida se acelerara y hubiera que vivirla rápidamente…

Por otro lado, la nostalgia invade el aire de aquellos que recordamos a nuestros seres queridos fallecidos. A muchos se nos nublan los ojos y dejamos que las lágrimas corran, sin embargo el corazón sonríe al pensar en los momentos vividos, en la bendición de haber conocido y amado a quienes simplemente se nos han adelantado.

Diciembre, último mes del año, una maravillosa oportunidad para regresar a lo sencillo, a los detalles, para regalar amor y nuestro tiempo, gozar de cada minuto con los amigos, de la sonrisa de un niño, los abrazos, los foquitos de colores, la comida; conectar corazones a través de la mirada; agradecer, agradecer, agradecer.

Si me preguntas qué quiero para esta época te diría que compartir tiempo de calidad con la gente que amo, dejar a un lado el trabajo, regalar abrazos, dejarme sorprender por los milagros que ocurren a diario, respirar amor, paz y esperanza.

Y tú… cuéntame qué quieres. ¡Nos leemos en ocho días!