Archivos Mensuales: May 2019

Kit de supervivencia para rupturas

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Kit-de-supervivencia-para-rupturas-amorosas¿Terminaste una relación de años? ¿Te sientes deprimido, sin ganas, los días se te hacen eternos, te sobra tiempo, estás triste?

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos pasado por una separación amorosa. Esa experiencia que duele y que resulta difícil transitar y más cuando vienes de mucho tiempo viviendo en pareja. De repente tu mundo cambia, ya sea porque tú tomaste la decisión o porque alguien más lo hizo por ti, lo cierto es que requieres empezar a hacer las cosas de diferente manera, encontrarte, rediseñarte y recargar la batería para volver a sonreír.

Es por eso que aquí te dejo 10 recomendaciones, que si bien no harán que te sientas como nuevo de la noche a la mañana, sí te ayudarán a vivir el proceso y no morir en el intento. ¿Estás listo? ¡Toma nota?

  1. Pide apoyo. Aunque mi madre era la mujer anti-psicólogos, yo estoy convencida que una de los elementos necesarios para transitar una ruptura amorosa es asistir a terapia para trabajar todas esas emociones que están enredadas, echas bola.
  2. Acude a tus amigos (a tu red de apoyo) y si por algo ya no están ahí o han cambiado, es momento de ponerte creativo y construir una nueva red.
  3. Mantén contacto con tu ex solo en caso de que sea necesario. Si sientes que leerlo, escucharlo o verlo te hace daño, es mejor cortar la comunicación, cada uno requiere de su espacio para sanar.
  4. ¡Ponte en movimiento! El ejercicio te ayuda a generar endorfinas y éstas te hacen sentirte mejor y mantener la cabeza ocupada.
  5. ¡A leer se ha dicho! Generalmente al terminar una relación nos queda mucho tiempo libre y nada mejor que aprovecharlo para leer. Los libros se convierten en compañeros ideales o en “amantes perfectos”, como les digo yo.
  6. Ejercita la paciencia. Si bien estar triste no está padre, de nada sirve tampoco desesperarnos y querer que todo se acomode mágicamente. Una separación es un duelo y como tal lleva su tiempo, así que hay que llevársela con calma.
  7. No estás solo, estás contigo. Aprender a estar con nosotros mismos puede ser todo un arte y más si la mayor parte de tu vida has estado acompañado. Necesitas darte chance de sentir tus emociones, identificarlas, acariciarlas, vivirlas en plenitud y no evadirlas trabajando en exceso, por ejemplo.
  8. Aléjate del alcohol y de las drogas, son unos pésimos consejeros cuando estás en plena reconstrucción.
  9. Ábrete a la posibilidad de hacer cosas diferentes, aquello que quizá nunca has hecho, por ejemplo: ir al cine solo, hacerte un tatuaje, irte de viaje unos días contigo mismo, en fin. ¡Ponte creativo!
  10. ¿Te cuesta trabajo dormir solo? Una almohada larga de esas que usan las embarazadas o un kit de almohadas comunes y corrientes, pueden ser la solución. Es sencillo, solo necesitas colocarlas a tus espaldas para sentir el peso o bien abrazarlas, y ¡listo! Ya sé quizá no sea igual, pero créeme que ayuda.
  11. ¡Dile adiós al miedo y no te rindas! En esta vida todo pasa por algo y para algo aunque por ahora no lo entiendas. Solo con el tiempo verás las cosas con claridad. Lo importante es que no te dejes vencer por el miedo, eres más fuerte de lo que te imaginas. Sigue adelante, no te detengas. Llegará el día en el que las piezas se acomoden y regreses a tu paz.
  12. Se agradecido. Por muy mal que estén las cosas, por mal que te sientas, estoy segura que cada día tienes algo por lo cual estar agradecido. Escríbelo en un diario, te sorprenderás de todas las bendiciones que hay en tu vida.

Hasta aquí por ahora.

Un abrazo con todo mi cariño para todos aquellos corazones rotos que hoy están en proceso de reconstrucción.

¿Qué hacer cuando no disfrutas lo que haces?

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¿Qué-hacer-cuando-no-disfrutas-lo-que-haces-Esta mañana, mientras trabajaba y pensaba de qué escribiría hoy, caí en cuenta que de que me sentía rara, sin ganas, haciendo las cosas en automático, sin disfrutar el momento presente.

Cuando lo hice consciente tuve ganas de parar y dejar todo botado, pero había muchos pendientes por hacer, así que preferí seguir y resolverlo sobre la marcha.

Inhalé y exhalé un par de veces, bebí un poco de agua y continué con mis deberes laborales.

Ya cerca de la hora de la comida, decidí parar, aprovechar que debía ir al banco para caminar un rato, despejar la cabeza y luego ir a comer con mi tía. Como cosa extraordinaria esta vez no lo haríamos solas sino que iríamos con sus amigas a celebrar los 80 de una de ellas. Por suerte antes de reunirnos con todas tuve la oportunidad de contarle a mi tía cómo me sentía y eso me ayudó mucho para aclarar mis ideas y tranquilizar un poco a mi corazón.

La primera cosa que se me ocurrió, tras escucharla, fue compartir lo que estaba sucediendo con ustedes, hablarles desde la parte de Leo que a veces está cansada, que no sabe cómo seguir, que tiene ganas de tirar la toalla.

La segunda decisión que tomé fue poner lo mejor de mí para aprovechar ese tiempo con la tía. Entonces decidí dejar de “ver mi ombligo” y enfocarme afuera, en lo que las amigas platicaban y ocurrió la magia.

Descubrí la alegría de vivir aún cuando los años hayan pasado, la importancia de mantenerse entretenido, la bendición de poder compartir una deliciosa plática con gente inteligente y maravillosa, agradecer el ver a una mujer de 80 años frente a mí llena de vida, de historias, con una sonrisa y las ganas de seguir viviendo. Wooow!

Además de ello, saboreé una exquisita comida y una fresca limonada, hasta que apareció mi “Pepe Grillo” y me dijo que era tiempo de volver al trabajo para terminar aquello que aún tenía pendiente y así lo hice.

Ya más tranquila y relajada regresé a mi escritorio, elegí música relajante y puse manos a la obra. Sorprendentemente avancé rápido y concluí lo que me había propuesto.

Era hora de regalarme la oportunidad de escribir y compartir estas líneas con mis queridos lectores. En resumen cuando te caches no disfrutando lo que estés haciendo, recuerda:

¿Que-hacer-cuando-no-disfrutas-lo-que-haces-2?

  1. Tómate un tiempo para cambiar de actividad, para soltar y relajarte.
  2. Pídele al Universo (Dios, Buda, Ángeles, en quien tú creas) que te indique el camino a seguir con la confianza de que la respuesta llegará a su tiempo y cuando aparezca toma acción.
  3. Continúa…
  4. Si no puedes parar al instante que te cachas no a gusto, busca ese espacio para contactar contigo. A veces sólo basta mirar y contactar con el de junto para  seguir respirando.

Quizá no quede todo resuelto de una y al momento, pero créeme que esas pausas son un bálsamo no sólo para tu mente sino para tu corazón.

¡Hasta la próxima!

La inevitable fecha de caducidad

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La-inevitable-fecha-de-caducidadPor alguna extraña razón, los seres humanos olvidamos que somos finitos, es decir que tendremos un límite, nacemos y morimos. Sin embargo, vivimos pensando que seremos eternos, que el trabajo será para toda la vida, que nuestras relaciones durarán para siempre… Y la vida no es así, todo y todos tenemos una fecha de caducidad.

En los alimentos enlatados, congelados o empaquetados es muy fácil darnos cuenta de cuándo caducan porque la información está ahí impresa. En cambio, hablando de los seres humanos no tenemos idea cuándo vamos a morir así como tampoco cuánto tiempo duraremos en un empleo. Lo que sí podemos saber, es que tenemos el hoy, el presente, este instante para vivirlo y disfrutarlo en toda la extensión de la palabra.

No se trata de ser fatalistas ni ultra optimistas. El tema es aprender a entretenernos con lo que tenemos, con lo que en este momento estamos haciendo. Saborear los alimentos, darte la oportunidad de experimentar el placer de estar con la persona que amas, degustar quizá a veces las experiencias amargas de la vida, divertirte haciendo un berrinche, gozar haciendo lo que te apasiona, no quedarte con las ganas de hacer las cosas por miedo a fracaso, a sufrir, a que no dure, en fin.

Seguido nos ocurre con las relaciones que deseamos que fueran para siempre, quisiéramos que alguien, una persona, la bola de cristal, el hada madrina, nos asegurara que todo irá bien, que durará, y muchas veces por estar ocupados en esos pensamientos nos olvidamos vivir plenamente el momento y agradecer por ello.

Me viene a la mente el ejemplo de las fotos en los conciertos, cuando dejamos de sentir la música, cantar, bailar, gritar por estar pegados al celular queriendo capturar la mejor foto… ¿Y luego qué pasa con esas fotos? ¡Ah sí! Las compartimos en redes y se quedan ahí guardadas, se pierden. Bien dice un muy querido amigo que cuando la pasas increíble, no hay tiempo para la foto.

Desconocer nuestra fecha de caducidad nos regala la oportunidad de aprovechar cada instante al máximo. Preferible será, desde mi personal punto de vista, arrepentirse de lo hecho quedarse con el «y si hubiera…».

Recuerda: Todo es por ahora y nada es para siempre. Así que ha llegado la hora de empezar a vivir plenamente y que la inevitable fecha de caducidad, llegue cuando tenga que llegar.