Esta mañana, mientras trabajaba y pensaba de qué escribiría hoy, caí en cuenta que de que me sentía rara, sin ganas, haciendo las cosas en automático, sin disfrutar el momento presente.
Cuando lo hice consciente tuve ganas de parar y dejar todo botado, pero había muchos pendientes por hacer, así que preferí seguir y resolverlo sobre la marcha.
Inhalé y exhalé un par de veces, bebí un poco de agua y continué con mis deberes laborales.
Ya cerca de la hora de la comida, decidí parar, aprovechar que debía ir al banco para caminar un rato, despejar la cabeza y luego ir a comer con mi tía. Como cosa extraordinaria esta vez no lo haríamos solas sino que iríamos con sus amigas a celebrar los 80 de una de ellas. Por suerte antes de reunirnos con todas tuve la oportunidad de contarle a mi tía cómo me sentía y eso me ayudó mucho para aclarar mis ideas y tranquilizar un poco a mi corazón.
La primera cosa que se me ocurrió, tras escucharla, fue compartir lo que estaba sucediendo con ustedes, hablarles desde la parte de Leo que a veces está cansada, que no sabe cómo seguir, que tiene ganas de tirar la toalla.
La segunda decisión que tomé fue poner lo mejor de mí para aprovechar ese tiempo con la tía. Entonces decidí dejar de “ver mi ombligo” y enfocarme afuera, en lo que las amigas platicaban y ocurrió la magia.
Descubrí la alegría de vivir aún cuando los años hayan pasado, la importancia de mantenerse entretenido, la bendición de poder compartir una deliciosa plática con gente inteligente y maravillosa, agradecer el ver a una mujer de 80 años frente a mí llena de vida, de historias, con una sonrisa y las ganas de seguir viviendo. Wooow!
Además de ello, saboreé una exquisita comida y una fresca limonada, hasta que apareció mi “Pepe Grillo” y me dijo que era tiempo de volver al trabajo para terminar aquello que aún tenía pendiente y así lo hice.
Ya más tranquila y relajada regresé a mi escritorio, elegí música relajante y puse manos a la obra. Sorprendentemente avancé rápido y concluí lo que me había propuesto.
Era hora de regalarme la oportunidad de escribir y compartir estas líneas con mis queridos lectores. En resumen cuando te caches no disfrutando lo que estés haciendo, recuerda:
- Tómate un tiempo para cambiar de actividad, para soltar y relajarte.
- Pídele al Universo (Dios, Buda, Ángeles, en quien tú creas) que te indique el camino a seguir con la confianza de que la respuesta llegará a su tiempo y cuando aparezca toma acción.
- Continúa…
- Si no puedes parar al instante que te cachas no a gusto, busca ese espacio para contactar contigo. A veces sólo basta mirar y contactar con el de junto para seguir respirando.
Quizá no quede todo resuelto de una y al momento, pero créeme que esas pausas son un bálsamo no sólo para tu mente sino para tu corazón.
¡Hasta la próxima!