Por alguna extraña razón, los seres humanos olvidamos que somos finitos, es decir que tendremos un límite, nacemos y morimos. Sin embargo, vivimos pensando que seremos eternos, que el trabajo será para toda la vida, que nuestras relaciones durarán para siempre… Y la vida no es así, todo y todos tenemos una fecha de caducidad.
En los alimentos enlatados, congelados o empaquetados es muy fácil darnos cuenta de cuándo caducan porque la información está ahí impresa. En cambio, hablando de los seres humanos no tenemos idea cuándo vamos a morir así como tampoco cuánto tiempo duraremos en un empleo. Lo que sí podemos saber, es que tenemos el hoy, el presente, este instante para vivirlo y disfrutarlo en toda la extensión de la palabra.
No se trata de ser fatalistas ni ultra optimistas. El tema es aprender a entretenernos con lo que tenemos, con lo que en este momento estamos haciendo. Saborear los alimentos, darte la oportunidad de experimentar el placer de estar con la persona que amas, degustar quizá a veces las experiencias amargas de la vida, divertirte haciendo un berrinche, gozar haciendo lo que te apasiona, no quedarte con las ganas de hacer las cosas por miedo a fracaso, a sufrir, a que no dure, en fin.
Seguido nos ocurre con las relaciones que deseamos que fueran para siempre, quisiéramos que alguien, una persona, la bola de cristal, el hada madrina, nos asegurara que todo irá bien, que durará, y muchas veces por estar ocupados en esos pensamientos nos olvidamos vivir plenamente el momento y agradecer por ello.
Me viene a la mente el ejemplo de las fotos en los conciertos, cuando dejamos de sentir la música, cantar, bailar, gritar por estar pegados al celular queriendo capturar la mejor foto… ¿Y luego qué pasa con esas fotos? ¡Ah sí! Las compartimos en redes y se quedan ahí guardadas, se pierden. Bien dice un muy querido amigo que cuando la pasas increíble, no hay tiempo para la foto.
Desconocer nuestra fecha de caducidad nos regala la oportunidad de aprovechar cada instante al máximo. Preferible será, desde mi personal punto de vista, arrepentirse de lo hecho quedarse con el «y si hubiera…».
Recuerda: Todo es por ahora y nada es para siempre. Así que ha llegado la hora de empezar a vivir plenamente y que la inevitable fecha de caducidad, llegue cuando tenga que llegar.