El arte de vivir consiste hasta donde he podido experimentar en ir tomando decisiones sobre las diferentes opciones y posibilidades que se presentan en el camino. Cada elección nos lleva a un lugar distinto y trae consigo un aprendizaje diferente.
Resulta interesante analizar como la gente va poniendo etiquetas y juzgando las propias decisiones o incluso las de los demás. Hace poco, una amiga adorada estaba en el dilema de si hacer o no un viaje. Por una lado, llevaba años soñando con él y tenía un especial deseo de llevarlo a cabo con una persona muy querida para ella. Sin embargo, había ciertos aspectos que tomar en cuenta como que no tenía trabajo, había deudas por pagar, no estaba segura de que fuera el momento, pensaba que el mundo la vería como una inconsciente, en fin…
Finalmente decidió adentrarse en esa aventura, pero aún así dentro de ella misma existía una batalla interna: por un lado estaba feliz y emocionada, pero por el otro, se sentía como una loca, culpable (nunca entendí de qué).
Quizá ante los ojos de muchas personas lo sería, otros la verían como una inconsciente, algunos no le creerían por lo que estaba pasando, seguramente habría quienes jurarían que no tiene ni un conflicto en la vida, y así… Opciones y etiquetas las que quieran.
Lo más lindo de esta historia, es que mi amiga decidió escuchar a su corazón, tomar el riesgo, aceptar el regalo que la vida le daba y darse la oportunidad de hacer un sueño más realidad: conocer Machu Picchu.
Moraleja: no te detengas a pensar en el qué dirán, vive y construye tu vida a tu manera, aprovecha las oportunidades que se te presentan, pero sobre todo escucha y hazle caso a tu corazón.
¡Linda tarde!