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Cuando aprendes desde pequeño a ser organizado, cuando te enseñan que: «un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar», resulta complicado «acostumbrarte» al desorden, y más cuando de alguna manera los desarreglos los hayas generado «inconscientemente».
Quisieras poner todo en su sitio, pero a veces simplemente no se puede, no es tan sencillo.
Y es que la lección que quizá no te enseñaron es que en la vida, a veces las cosas, las emociones, las circunstancias se desordenan, se mueven, cambian, se transforman. Es entonces cuando toca aprender a acomodarlas de nuevo.
Es como si tuvieras una cómoda llena de cajones, pero no encontraras el lugar para cada cosa, para cada emoción, como si las prendas fueran «rebeldes», al grado que se salen y no te permiten cerrar el cajón.
¿Qué hacer entonces? ¡Paciencia! Ha llegado el momento de aprender a vivir así, a darte chance de tener las cosas/emociones fuera de su sitio por ahora e irlas acomodando poco a poco. Recuerda: Nada es para siempre. Llegará el día en que nuevamente quepa todo en tu cómoda; seguramente habrá cosas nuevas y quizá algunos objetos hayan cambiado de cajón o ya no quepan.
Mientras ese día llega, no dejes de disfrutar cada instante, de buscar dentro y/o fuera de ti las respuestas, experimentar la paciencia, ser amoroso contigo.
Todo está y estará bien, y más si aprendes a gozar del proceso o por lo menos a no resistirlo y fluir con él.