Cuando estas líneas estén publicadas, habrán pasado ya 365 días desde que nos vimos por última vez.
Noche de tormenta, éramos dos: Un cuerpo que ya no daba más con un alma que quería y merecía descansar; la otra entendía y sentía desmoronarse, pero solo deseaba que su gran Amor no sufriera más. Una velada de contraste, inolvidable, mágica, llena recuerdos; una noche muy tuya y mía, impregnada de ese amor tan especial que solo nosotros entendemos; nuestra última cita, la despedida.
Aquella vez te prometí que estaría bien, aunque en realidad no tenía ni idea cómo en medio de tanto dolor lo lograría. Sin embargo desde entonces he puesto todo lo que está de mi parte para ser la mejor versión de mí misma a cada instante, para rendirte un homenaje con lo único que tengo: mi vida.
Agradezco infinitamente al Cielo el haber tenido le honor de ser tu hija, tu aprendiz, tu niña, tu cómplice y amiga, y quizá, porqué no decirlo, tu maestra.
Fue una bendición compartir contigo 42 años, 3 meses y 9 días: Nacer, crecer, descubrir el mundo a tu lado; reírnos a carcajadas y llorar intensamente; compartir tardes de fútbol, domingos en la feria; aprender de tu amor incondicional y nobleza, creo que fue gracias a eso que me convertí en la “Dra. Corazón” (como decías); disfrutar de la simplicidad de la vida, comer elotes al salir de misa, las vacaciones en familia; tu carisma y ternura imposibles de imitar, pero cómo gocé con ellos; tu desinteresada forma de dar, el enseñarme y apoyarme a ir siempre por mis sueños; el trabajar en todo momento de la mano de mamá, indudablemente fue esencial para mi educación, para poder convertirme en la mujer que soy hoy.
Y cómo no mencionar el mejor de mis regalos: mi hermano, mi compañero de juegos, mi maestro, mi amigo, mi familia.
Gracias por tu amor, por tu entrega y cariño, por tu sonrisa, tus besos y abrazos; por tu amistad y comprensión; por los valores que me inculcaste, por mi educación, pero sobretodo GRACIAS por haber sido el mejor papá del mundo y por haberme dado la oportunidad de compartir a tu lado tus últimas horas de vida.
Adiós Gordo adorado, vuela y brilla como solo tú sabes hacerlo.
Ayer, hoy y siempre vives y vivirás en mi corazón.
Qué bellas palabras, Leo, y que hermoso homenaje a tu padre que de seguro, en donde esté, se siente sumamente orgulloso de tenerte como hija. ¡Un abrazo muy fuerte!
Confío que así sea querida Ana. ¡Gracias por leerme y por el abrazo que recibo de todo corazón!