
Uno de los descubrimientos más lindos de los últimos meses ha sido darme cuenta que la vida está hecha de instantes, momentos, pequeños fragmentos que van formando nuestros días y construyendo nuestra vida.
Suena sencillo, sin embargo resulta un arte aprender a vivir así. Generalmente estamos en el pensando en el ayer o muy preocupados por el mañana y el hoy se nos va entre las manos.
Observar que la vida está hecha de momentos me a llevado a estar en el aquí y en el ahora, a ocuparme de lo que está ocurriendo, a disfrutarlo, a vivir plenamente.
Hoy me alegro con el atardecer, conecto con tus ojos, comparto mi sentir, te escucho, te admiro, me río, nos reímos, nos abrazamos, platicamos, coincidimos, compartimos y así vamos creando momentos inolvidables. La necesidad de controlar lo que sucederá mañana se diluye por arte de magia porque estamos tan llenos de nosotros mismos; tú de mí, yo de ti, que no hace falta saber más.
Vivir un día a la vez, ocupándonos cada uno de lo que le corresponde, encontrando esos momentos en los que coincidimos con nosotros mismos, con los otros; instantes que nos llevan el alma y nos recargan la batería para seguir, para continuar andando, creciendo, siendo mejores seres humanos, tu mejor versión, mi mejor versión; sumando, creando, amando.
Y justo cuando te animas a vivir así, el Universo se encarga de ponerte en el camino a esas personas que de una manera u otra buscan lo mismo. Te encuentras con almas dispuestas a amar, a compartir. Almas que viven en paz, que brillan y entregan sin esperar nada a cambio.
Son esos instantes los que iluminan nuestro cielo, la magia de la vida, la melodía del día a día y la bendición de encontrarnos.
Te invito a hacer el intento, vive el momento plenamente, entrégate y goza del instante consciente y amorosamente.
Finalmente, ten en cuenta que es una práctica constante, pero te aseguro que vale la pena morir en el intento de vivir el momento.








